Los reflejos de los paisajes del archipiélago de Lofoten, permanecen largo tiempo en la retina de quién visita estas islas noruegas situadas por encima del Círculo Polar Ártico.
Las aguas del Mar de Noruega que las baña, -y las hace receptoras de la Corriente del Golfo, garantizando el clima relativamente cálido del que disfrutan también en invierno-, son el espejo sobre el que se miran sus montañas peladas de picos nevados, y las en otro tiempo espartanas cabañas de pescadores –rorbu en noruego-, ahora reconvertidas en muchas ocasiones, en acogedores alojamientos.
Y es que estas aguas han servido de motor de riqueza a una zona eminentemente pesquera, que sigue secando el bacalao al sol y el viento –cómo se hacía antiguamente-, en unas estructuras de madera relativamente sencillas, llamadas hjell en noruego.
Las mismas aguas que llegan mansamente a la sucesión de playas de finísima arena que encontramos -en un lugar en el que difícilmente se podría imaginar-, en las que se disfruta del silencio y la soledad.
No es de extrañar que numerosos artistas hayan hecho de Lofoten su hogar y su fuente de inspiración. Ni de que en Lofoten se encuentren varios de los 33 trabajos de artistas internaciones que participan en el proyecto Artscape Nordland.
Una iniciativa que nos permite contemplar -en la isla de Austvågøya- la instalación de cristal del artista norteamericano Dan Graham, otra de cuyas obras se encuentra en el parque de esculturas más bonito de Oslo, Ekebergparken.
Una vez más, los reflejos de Lofoten.
Entran ganas de ir al leer tu artículo! 🙂